domingo, 17 de febrero de 2013

El club.

Era la una y media, y ya me dolían las piernas de bailar en la barra. Parecía imposible que un club de striptease pudiera estar abierto a estas horas. Pero babosos hay siempre. Bajé un momento a refrescarme. Me senté en un taburete de la barra.
-Marichu, ¿me pones un vaso de agua y un ibuprofeno?
-Por supuesto que si, Laura.
Y esbozó una sonrisa. Marichu era una compañera mía, que tenía dos hijos a los que mantener, y un marido cabrón que la había abandonado hace tres años. Gracias a Austin no vivía debajo de un puente, al igual que yo.
Algo me sobresaltó, alguien me había tapado los ojos. Mi mecanismo de defensa se activó, y mi pie derecho  (con zapato de tacón incluido) aterrizó en los huevos del cabrón que me había tocado.
-¡Joder Laura! - Rugió Javier.
Me giré lo más rápido que pude, y lo primero que vi fue a Javier, tirado en el suelo agarrándose la entrepierna.
- Dios, Javier. Lo siento - me arrodillé junto a él y le puse mis manos sobre sus manos. - ¿Cómo me has encontrado? Esto no es una discoteca...
Javier no hacía más que chillar. En el fondo, lo comprendía. Austin no tardó en llegar.
-¿Qué coño ha pasado aquí? - dijo con su voz raspada y enfadada. - ¿Ha intentado hacerte algo, Lau?
-Oh no, no. Ha sido un malentendido. Le conozco.
-Coño, está montando un espectáculo. Marichu, deja el bar, sube a la barra. Laura, por favor. Vete con este hombre al reservado número tres. Toma la llave. Tómate todo el tiempo que necesites. Ya has hecho bastante por esta mañana.
Así que cogí la llave, y me llevé como pude a Javier hasta el reservado. Cerré la puerta con llave, para asegurarnos intimidad, y después prepare hielo, lo metí en una bolsa y se lo puse en el lugar en el que había recibido la patada. Dios, solamente el tener las manos ahí me excitaba... Pero no, no podía pensar en eso ahora. Cuando Javier recobró el color, no dude en preguntarle.
-¿Cómo me has encontrado?
-Me mentiste. Me dijiste que trabajabas en una discoteca, pero no hay ninguna discoteca que abra por las mañanas. Y como me dijiste que eras gogó, y no tienes coche, busqué un club cerca de tu casa. Y cómo no sabía donde vivías, llamé a Ana y me lo dijo.
-¿A Ana? ¿Por qué coño la llamas? ¿Y por qué has venido? Siempre tienes que estar en medio de todo. Encima de que ayer... - Un calor extremo encendió mis mejillas. No tenía que haber empezado esa frase. Mierda
-Ah, bueno. Respecto a lo de ayer... Yo... No quería que acabase así. - Joder, se estaba mordiendo el labio. No hagas eso Javi, no lo hagas por el bien de tu miembro viril...- Laura, sé que lo nuestro no puede ser, pero joder, no puedo sacarte de mi cabeza. Ayer simplemente quise evitarlo, pero al irte de mi casa... no sé. Me sentí vacío. No quiero aprovecharme de ti. Simplemente es eso.
Poco a poco, retire la bolsita de hielo y la posé sobre la mesa. Había empapado el pantalón y no pude evitar mirarlo. Y al poco, no pude quitar los ojos. Observaba como ese gran bulto de sus pantalones se iba haciendo aún más grande... y más...
-Oh, Laura lo siento...
Le miré con el fuego en los ojos. Le deseaba, ahí y ahora. En los sillones del reservado número tres.
-Me deseas.
-Bueno, pero eso no significa que tengas que sentirte presionada Laura...
-Fóllame - dije en un suspiro.
-¿C...cómo?
-Que me folles, aquí, ahora. Ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario