jueves, 19 de mayo de 2016

Mi venganza.

Algo se extendía por mis articulaciones. De repente, el aire era insuficiente, mis pulmones necesitaban más. Casi sin darme cuenta lancé el teléfono al suelo, el cual reboto varias veces antes de que las piezas se separaran.

Hijo de puta... ¡Su mujer!

Corrí hacia la habitación con la furia palpable en mis manos y le miré.
Ese cabrón me había engañado como a una tonta.
Tiré del edredón que lo cubría con toda la fuerza que mi ser podía concentrar, llevándome la lámpara de la mesita con él.

 - ¡Hijo de puta! - Chillé.

Javier se despertó sobresaltado y me miraba con ojos como platos, sin saber qué pasaba. Apenas yo lo sabía. Pero no. Este gilipollas no iba a conseguir jugar conmigo. Yo no era su juguete, sino que él es el mío. Así que me deshice rápidamente de la camiseta ancha que me cubría y se la tiré a la cara.

 - Prepárate, porque te voy a follar como nunca nadie te ha follado.

La cara de Javier cambió completamente. Y no solo eso. Podía apreciar como su entrepierna crecía poco a poco. Esa imagen me encendió, y entre la ira, el odio, y la pasión, quise darle una buena despedida.

Salté sobre la cama y me coloqué encima de él, rozando mis bragas contra su paquete, oprimido en esos calzoncillos de CalvinKlein que tan loca me volvían. Comencé a moverme, restregándome y notando su erección cada vez más fuerte. Pronto comencé a gemir, pues su enorme polla hacía presión con mi clítoris, provocándome un placer inmenso en cada sacudida. Su boca buscó mi cuello, y sus manos mis nalgas, que apretaron con fuerza a la vez que un rugido se escapaba por mi nuca.

No pude aguantar más y me aparté de él un momento, lo justo para deshacerme de sus calzoncillos y dejar al aire la prueba de que me deseaba. Porque en ese momento me deseaba a mi, y a nadie más. Así que agarré su miembro con mi mano, que parecía diminuta al lado de aquella polla tan grande, y comencé a moverla hacia arriba y hacia abajo, sintiendo como con cada sacudida crecía más y más, al igual que se elevaba el sonido de sus gemidos. Poco tarde en acercar mi boca, sacar mi lengua, y comenzar a chupar el glande. Poco a poco, hasta que estaba lo suficientemente lubricada como para metermela entera en la boca.

Oh dios mío, aún seguía poniéndose cada vez más dura. En unos instantes su mano se colocó sobre mi cabeza, aprisionándome contra su pelvis, haciéndome sentir mi boca a punto de explotar, y su glande penetrar mi garganta, a lo cual le acompañó una arcada de puro placer. La saliva resbalaba por mis labios y se deslizaba por el tronco de su polla, y eso le encantaba.

De golpe, con un tirón de pelo me apartó de aquella maravilla y me tumbo boca abajo. Su boca besaba y mordía mis dos nalgas, cada vez más fuerte, haciendome incrementar el volumen de mis gritos. Oh dios, solo deseaba que me arrancara las bragas.

En lugar de eso, levantó mi pelvis hasta la altura de la suya, y colocándose de rodillas hizo que me apoyara sobre las mías, poniéndome a cuatro patas en frente de él. Sólo podía ver el cabecero, pero sentía su mano sujetar fuertemente mi pelo a la vez que su aliento recorría mi espalda, y su polla se clavaba en mi culo.

De repente me soltó, y comenzó a bajarme las bragas. Rápido, con prisa, sin ningún miramiento. Y ahí estaba yo, desnuda, dándole la espalda mientras él me daba la lengua. Y así comenzó a restregarla por todo mi mojado sexo, mientras yo gemía desesperadamente. Mis piernas no podían parar de temblar mientras que yo solo podía concentrarme en el movimiento circular de su lengua en mis labios.

De un momento a otro, paró. Ya no le sentía, ni su lengua, ni su erección, ni sus manos. Mis jadeos se suavizaron. ¿Qué pasaba? ¿Por qué no seguía? Y justo cuando iba a girar mi cabeza para mirarle, apareció su mano en un estallido con mi nalga, haciendo eco en toda la casa. Yo no pude evitar gritar ante aquel azote que me había propinado, pero ansiosa esperaba el segundo, que no tardó en llegar. Y otra vez, acompañado de un gemido desproporcionado.

No tardó en penetrarme, de sorpresa, llenándome entera, haciendo que me encorvara, que gritara, que me mojara más y más, mientras él no paraba de embestirme una y otra vez, mientras agarraba mi pelo y tiraba de él, obligándome a elevar la cabeza y curvar la espalda.

Yo solo podía pensar en cada sacudida, cada vez que entraba y salía de mí mientras me azotaba con la mano izquierda, que es la que le quedaba libre. Su volumen subía cada vez más, al igual que el mío. Pronto todo se convirtió en una lucha por ver quién gemía más alto hasta que por fin, llegó. Una oleada de placer recorría mi cuerpo mientras mis piernas fallaban al intentar sujetarme. Y caí estremecida ante un colchón mojado por el exceso de excitación.

Y pronto estaba rendida ante él, una vez más.



Pero esto, no acababa aquí.

Intente recuperarme lo más rápido que pude, y me giré sobre mi misma, quedando boca arriba. Él seguía de rodillas frente a mí, con su impresionante polla apuntando directamente a mi boca. Pero no. Ahora me tocaba a mi. Así que me incorporé para ponerme de rodillas, a su altura. Con la mano derecha me apoderé de su pene, y con la izquierda colocada en su hombro, conseguí sentarlo, con la espada apoyada en el cabecero, y ponerme encima. Ahora era mi turno.

Me introduje su miembro lo suficiente como para que no se saliera de donde yo quería tenerlo. Su mirada era impaciente, quería que me la metiera completamente, pero no. Ahora yo tenía el mando.

Comencé a girar mi pelvis en círculos, haciendo que su pene se moviera a mi compás. Sus ojos gritaban piedad, gritaban SEXO. Y eso fue lo que hice. Me deje caer, permitiendo que toda su erección quedara dentro de mí. Él, no pudo resistirlo y gimió como pocas veces había gemido.

Ya era mío.
Empecé a mover mis caderas al son de mi respiración, mientras me refugiaba en los pliegues de su cuello, y clavaba mi dentadura en su piel. El gritaba mientras yo me movía encima suyo. Sus manos recorrían mi espalda, acercándome a él todo lo posible, haciendo que. prácticamente, nuestras pieles se fusionaban mientras yo bailaba encima de él.

Mi velocidad aumentaba, al igual que sus jadeos. Mis manos se enrollaban en su pelo mientras su boca se acercaba a mi lóbulo para morderlo.

Apreté los dedos, tirándole aún mas del pelo y gritándole "CÓRRETE", pues ya notaba como los escalofríos volvían a mi ser, revolviéndome dentro de un cuerpo que sólo quería explotar.

Él comenzó a arañar mi espalda, mientras gritaba en mi oído. Y yo me dejaba ir a la vez que notaba como él se iba dentro de mi. Y nos fundimos en el placer más carnal y absoluto mientras convulsionábamos juntos, gimiéndonos el uno al otro, hasta caer derrotados en la boca ajena.

Se lo merecía, por hijo de puta.

domingo, 24 de mayo de 2015

Noticias inesperadas una fría mañana de un sábado cualquiera.

Y ahí estábamos, una vez más. En su cama, juntos, envueltos entre las sábanas, y sin ninguna prisa por movernos. Mi cabeza reposaba sobre su clavícula, y su brazo rodeaba mi cuello. Me sentía bien. Y aunque él estaba dormido, sabía que se sentía igual.

Y a pesar de todo, Daniel no abandonaba mi cabeza. Aún no conseguía comprender como la misma persona que entró al instituto con una pistola a por mi, había conseguido que le dejara dormir conmigo hacia dos semanas. Creo que cada día mi cabeza desvariaba más. Estaba claro que la próxima vez que lo viera, si es que lo volvía a ver, dejaría claro que no volvería a pasar nada entre nosotros.

Un extraño sonido desvío mis pensamientos. Javier seguía dormido. Me levanté cuidadosamente, sin despertarle, y desnuda me dirigí al salón, de donde procedía el sonido. Era una vibración. El móvil del hombre que reposaba en el dormitorio vibraba como loco sobre la encimera americana de la cocina. Lo cogí, cerré la puerta del cuarto, y sentada en un taburete de la barra, lo descolgué.

— ¿Si?
— Mmm... ¿Javier?

Una voz femenina se hizo oír a través del auricular. Sin razón alguna, mis mejillas de tiñeron de rojo y la furia se expandía por mi cuerpo.

— Ahora mismo no se puede poner. ¿Quién eres tú?

— Alba, su mujer.


viernes, 14 de noviembre de 2014

Inevitable - Segunda parte.

Y sus curvas bajo mi ombligo pedían movimientos infinitos que la dejaran por fin liberarse de la dura carga que llevaba y que no podría soportar durante mucho más tiempo. La tenia postrada sobre sus cuatro piernas, con la cabeza tornada, mirándome con esos ojos verdes pidiendo piedad.

-Nunca la había visto así, pero me encantaba. Eran tantas las semanas que llevaba soñando con ella que todavía no creía que la mierda esa de que tenia mala cara funcionase. Ella siempre tenia mala cara.-

La giré bajo de mi y la cogí por la cintura. Ella aferró sus piernas a mi alrededor y me mordió el labio inferior con tal fuerza que gruñi. Joder, Laura. Mis manos se dirigieron directamente a su culo, apretándolo con fuerza. Me encaminé hacia el dormitorio y en cuanto visualice la cama la tiré hacia el colchón. Ella, juguetona se mordia el dedo, provocandome. Chocando sus rodillas mientras balanceaba sutilmente los hombres, hacia adelante y hacia atrás intermitentemente. Podía observar como el deseo ardía en su mirada y no pude aguantar más. Prácticamente corrí a sus labios para besarla con toda la pasión y rabia que pude. Por no haber estado asi conmigo desde hacia tiempo. Mi mano se deslizó por su cabeza, agarrando fuerte el mechón más próximo a su nuca.

Gimió. Un sonido sordo que me martirizó y sin dejarla ni un segundo la cogí por la cintura y la coloque sobre mi, tumbandome en la cama.

– Muevete sobre mi, Laura.

Pronuncié cada palabra lentamente, como disfrutándolas. Ella hizo lo que la ordene y se metió la enorme ereccion en la vagima, seguida de un fuerte gruñido que despertaba todas mis ansias de ella. Qué húmeda estaba... Dios, cada vez se movía mas rápido. Su cuerpo de diosa, con esas curvas infinitas en las que a ninguna persona le importaría matarse estaban bailando para mi. Un baile entre respiraciones entrecortadas y gemidos sordos que indicaban que eramos el uno del otro. Mis manos sujetaban sus glúteos, haciéndola seguir mi ritmo. Era increíble la sensación de estar dentro de ella, apretado, mojado, ... Y entonces se dejó llevar por el placer, y me dejé llevar con ella. Y los dos juntos gritamos nuestros nombres mientras mi mano volvía a enredarse grotescamente en su pelo, tirando con la misma fuerza que placer sentía.




lunes, 20 de octubre de 2014

Inevitable – Primera parte.

Y antes de que quisiera darme cuenta, la puerta de su casa se abría bruscamente para chocar contra la pared. Pero no pareció importarle demasiado que se pudiera haber hecho un boquete a la altura de la manilla. Quizás estuviera demasiado ocupado desabrochandome los botones de la blusa. Cerré la puerta con un pie, como el primer día en los baños de aquel bar. Nuestras miradas ardientes se encontraron. No podía parar de besarle, a la vez que le quitaba el pantalón. Se zafó de el y me arrancó la camisa de golpe, seguido del sujetador. Yo me deshice de su camiseta verde, a juego con nuestros ojos, y antes de que me percatase, mi espalda colisiono con la pared. Emití un leve gemido, pero no de dolor. Hacia tanto que soñaba con esto... Se separo de mi, y me quito la falda lentamente, hasta que calló al suelo con un sonido sordo. Posó sus manos en mis hombros y cuando menos lo esperaba, hizo una dulce fuerza que me obligó a arrollidarme frente a su ereccion. Se quito los calzoncillos y me agarró el pelo con una mano, dándome facilidades. Sin pensármelo dos veces, y con la entrepierna mas mojada que un mar, me metí su miembro en la boca y comencé a chupar. Primero suave, la puntita, hasta acostumbrarsme a él. Su fuerza desmesurada me apretaba contra la base de su pene, haciendo que su capullo rozase mi campanilla. Un gruñido salió desde el fondo de su garganta. Y de la misma manera en que me había agachado, me levantó hasta que quede flotando en el aire, con mis piernas formando un collar al rededor de su cadera. Y la pared fría se amoldó con mi parte trasera. Y unos besos que quemaban como el fuego abrasaban mi cuello. Y entró en mi. Su enorme pene desgarro las paredes de mi interior, haciéndome soltar un gemido de cualidades grandiosas. Por fin, después de tantas mañanas recordándolo, lo tenía aquí. Entero para mi. Comenzó a moverse rápidamente en mi interior mientras sus manos agarraban mi culo grotescamente. Una sensación explosiva germinaba dentro de mi. Pero justo en el momento del climax, paró. Sus ojos se encendieron aún más si cabe, y esa sonrisa traviesa apareció en su boca.

– Aún no. - susurro en mi odio tras morderme el lóbulo.

Mi rabia era tal que no dije nada. Simplemente me limite a dibujar con mis uñas pentagramas en su espalda buscando desesperadamente movimientos en mi interior. Pero no hacia nada, tan solo sonreía. Parecía que le gustaba verme sufrir de aquella manera. Entonces me agarro con más fuerza, y nos dirigió hasta el sofá que reinaba en la pequeña estancia. Me tumbó, con la cabeza apoyada en el reposabrazos y dándole la espalda. Como me conocía... Un azote retumbó en mi cuerpo, y su mano derecha busco con fuerza y pelo, y tirando de él hizo que me encorvara como esas pajitas tan molonas de los parques de atracciones. Posteriormente, me penetró con una bestialidad jamás imaginada y comenzó a follarme duramente. Los azotes se continuaron cada vez más próximos en el tiempo y mis gemidos aumentaron cada vez más su volumen, como si tuvieran vida propia. Los gruñidos salían de su garganta mas fieros, y cuando le miraba con mi cara de excitación un brillo recorría su mirada y me penetraba con mas fuerza. Y justo cuando un orgasmo comenzaba a gestarse en mi interior, paro de golpe.

Viernes a última.

Sexta hora del viernes. La rutina de ir a clase era lo único que me mantenía viva. Aunque irónicamente verle me mataba cada vez un poquito más. Hacia dos semanas que volví a estar sola. Daniel desapareció, sin dejar rastro, como tantas otras veces. Ni un adiós, eso era lo peor. Pero como nos conociamos perfectamente me imaginé que hubiera tenido que largarse de aquí por drogas. Y sabes, o cazas o te cazan. Y Daniel era muy bueno en esa guerra. Quizás porque su padre le corría a hostias cuando era joven, o porque su madre tuvo que meterse puta cuando se divorció para darle de comer. Una vida algo dura, si. Y el se volvió duro a su vez. Arrastrándome a mi después en esa caída sin fondo. Sabia que no estábamos hechos el uno para el otro, pero los daños unen más que los años. Aún asi no podía evitar que un Javier se paseara por mi cabeza constantemente. Él era el hombre que me convenía. Si no fuera mi profesor de filosofía, claramente.

La 1.30 pm.
El timbre sonó fuertemente y retumbó en mis oídos, agitando mi interior. Espectante, mi mirada se clavó en aquella puerta de madera roja pasión. Un color tan intenso como el de aquel reservado del club. Solo al recordarlo, mi entrapierna se humedecio y tuve que apretar las piernas para evitar que mi mano se dirigiese a ese jardín prohibido que florecía entre mis muslos, como si fuera primavera.

– Buenos días chicos. - Y la ronca voz de ese hombre que no salia de mi mente interrumpio mis libidos pensamientos.

Por alguna razón incomprensible noté coló el rubor se asomaba a mis mejillas, dejando me inmune frente a sus profundos ojos verdes, clavados en mi rostro.

– Laura, ¿te encuentras bien? - De repente me acordé de que debía respirar.

– Eh, yo... Si. Solo me he mareado un poco.

– Vamos, te acompaño a la sala de profesores a por un vaso de agua.

Y su paso fue tan decidido hacia mi que de ninguna manera podía negarme a aceptar su ayuda.

martes, 14 de octubre de 2014

Inflexión.

Me desperté una noche más empapada en el sudor que retenían mis sábanas y me abrumaba con un calor intenso. Aún quedaban diez minutos para que sonara el despertador, pero lo que debería ser un lugar de descanso se había convertido en el peor de los infiernos, así que huí de aquel mar de nubes condensadas. Entre a la ducha y mientras el agua caía por mi cuerpo desnudo y ereccionaba mis sensibles pezones, me acordé de él. De aquel hombre al que evitaba todos los días y que muy a mi pesar, no podía sacarme de la cabeza. Y realmente deseaba no sacarle de mi, pero no de esa forma. Y constante, mi cuerpo, se zarandea a contra mis manos bajo aquella cascada de agua caliente que sin llegar a ebullir me hacia arder. Y una vez más acudi a mis recuerdos para afianzarme con mi cuerpo, con el suyo imaginario, con su lengua viperina que en un espectro solo visible para mi mente recorría ese monte de venus que tan alejado tenia de si ahora mismo. Y su mano agarraba fuertemente mi nalga derecha. Tal era mi deseo que casi podía sentirle conmigo, a mi lado, siendo casi una extensión de mi cuerpo. Y me rendí a lo que lo cabeza me otorgaba de él. Otra mañana mas recreando con mis inexpertas manos lo que el producía en mi. Y mientras me mojaba dos veces, mi mano recorría mis pirineos y se abría paso hacia un lugar demasiado abandonado por sus ojos verdes, por su sonrisa traviera y sus labios carnosos. Y poco a poco sentí como sus brazos se fundian con mi cuerpo, y la sensación de climax se abría poco a poco desde lo más profundo de mi ser. Hasta explotar. Explotar junto a aquel hombre que en aquel reservado, aquel día hizo que algo se despertara en mi. Y mientras me evadía del mundo, mi alma volaba en busca de unas nubes demasiado altas. Pero las tocaba en el más absoluto de los placeres mientras mis dedos daban sus últimos y ágiles espasmos en mi clitoris.
Y después, el agua volvió a caer.

lunes, 13 de octubre de 2014

Pensamientos.

La presión era infinita. Debería de ascender, como una masa de aire caliente, pero no era así. Precipitaba al ras del suelo, mojandome y a su vez, manchandome de tierra. No podía seguir evitando la situación violenta que era ver a Javier, básicamente porque le tenia todos los días al otro lado de las mesas, como figura céntrica de la clase, como profesor. Y como si no fuera poco, cuando hablaba de esos royos que los filósofos discurrieron un día hace ya tantos años, parecía que solo me lo contaba a mi, como una charla informal entre dos desconocidos que se conocen demasiado. Llevaba así dos semanas. Evitando el cruce de miradas con ese odonis griego que me había follado de aquella manera en el reservado del club. Ese fascinante hombre que me empotró contra la pared del baño del bar que hacia esquina, frente al instituto, y que tan rápido se había acostumbrado a mi cuerpo. Dos semanas evitando mirarle de la única manera que sabia, con deseo, con lujuria. Sin paciencia por poseerle otra vez, porque me poseyera. Pero luego estaba Daniel, ese chico malo de las pelis que cuanto peor te trata, mas a sus pies te tiene. Ese rubio con pelo caído y ojos claros, que te penetran. Y si solo fueran los ojos los que lo hicieran...
Como dos polos totalmente diferentes. Como la noche y el día. El verano y el invierno. La literatura y las matemáticas. Las camas y los sofás. El amor y el sexo. Pero había llegado un punto, en el que no estaba clara la delimitación entre quien era amor y quien sexo. Y ahí erradicaba mi principal problema. Cuando las manos de Daniel recorrían mi cuerpo con el ansia del hambriento al ver comida, solo podía pensar en que no era Javier. No era ese hombre que sin apenas conocerme lo había dado todo por ayudarme, jugándose su pellejo de pollo asustado. No. El que me tocaba era ese otro que me había vendido tantas veces, que me había hecho conocer tanto el amor mas profundo e idiota, como el odio mas fuerte y penetrante. Era ese que nunca me había valorado. Que me había hundido. Y justo cuando empezaba a salir de la más maloliente mierda, vuelve a aparecer. Y yo estaba ahí, cual cachorro mojado, deliberando la razón por la cual vendría esta vez: para quererme o para hacerme odiarme.